Estar en Malvinas desafía los lugares comunes y los extremismos: durante siete días hablé con gran parte de la gente que maneja las islas, recorrí la (única) ciudad y el interior, y vi cosas que ni sospechaba. A continuación, algunas cosas que aprendí.
1. Las islas tienen su propia constitución, gobierno y elecciones
No existen los partidos políticos y las elecciones son a título personal. Muchos isleños aseguran que no votarían a alguien que no tenga una posición determinante respecto a Argentina.
2. Cualquier argentino puede visitar las islas
“Hubo restricciones hasta 1999, pero luego del compromiso firmado por ambas partes se liberó ese tema, y las islas reciben muchos turistas argentinos, tanto en relación al conflicto (veteranos y familiares) como deportistas o simplemente viajeros”, cuenta Tony Smith, mítico guía turístico de Malvinas. Varios isleños aseguran que ser amables o hacer negocios con argentinos no siempre está bien visto, y que incluso varios les han dejado de hablar por hacerlo.
3. Inglaterra no paga para que los isleños vivan ahí
El rol del gobernador inglés es principalmente consultivo, aunque también coinciden en que se sienten afortunados de que la voz del gobernador sea escuchada, «porque es un hombre muy sensato». Además hay una figura de derecho de veto que no alcanzo a comprender en su totalidad.
4. Sus habitantes son de 40 nacionalidades diferentes
En el último censo de la isla se ven representadas más de 40 nacionalidades, y no es difícil encontrarlas: más allá de los ubicuos chilenos (más de 300, es decir el 10% del total) y los muy comunes santahelenos, me encuentro con gente de Kenya, Croacia, Irlanda, la Argentina (el cuidador del cementerio argentino), Pakistán y otros lugares. Todos coinciden en que las islas tienen un encanto misterioso al que cuesta resistirse. Ser nacido en las islas supone varios privilegios, y no es fácil adquirir la ciudadanía: al menos siete años de residencia, entre otros requisitos, y esto vale tanto para el recóndito nigeriano como para el confiado británico.
5. La economía es de mercado, pero hay una fuerte intervención estatal
El PBI per cápita es uno de los más altos del mundo, principalmente por la pesca y la explotación ovina (el petróleo comenzará a fluir, con suerte, en 2016). Ambas actividades son privadas, pero se puede ver la intervención del estado en casi todos lados.
6. Casi el 50% de la energía es eólica
El viento es una de las cosas que más llama la atención cuando uno está en las islas. A veces es tan fuerte que parece que nos va a tumbar, y es constante durante todo el año. Sea en las afueras de la ciudad, en las granjas del interior o en asentamientos costeros, es casi imposible visitar un punto de la isla que no tenga su molino de viento.
7. El Estado cubre los gastos de salud
«La mayoría de los países industrializados gasta alrededor del 11% de su PBI en proporcionar cobertura universal a la población; nosotros estamos en el 9% -dice con orgullo Michael Poole, el jefe administrativo del único hospital local-. Los cuatro médicos permanentes y dos dentistas del hospital se encargan de la medicina preventiva y no compleja. Para todo el resto, los pacientes son enviados (sin cargo para ellos) a Chile, Inglaterra o donde corresponda.»
8. La educación es gratuita
La escuela de las islas es pequeña, aunque muy diversa. Por lo cual, no alcanza para solventar el nivel pre universitario, por lo cual muchos deciden viajar al cumplir los 16 años, puesto que el Estado se encarga de esos gastos como también de los propios estudios universitarios. Dando la oportunidad de volver a las islas al concluir los estudios. De hecho, más del 90% de los graduados universitarios regresan a Malvinas.
9. Hay diferentes niveles de negociación y cooperación
«En esa silla donde ahora estás sentado vos, hasta 2005 se sentaban científicos argentinos que venían a hacer investigación, pero también a colaborar con temas de pesca y de ambiente», dice John Barnes, encargado de pesca. «El tema del cuidado de los cardúmenes no es político sino económico, y cuando colaborábamos con la Argentina ambas partes podíamos cuidar mejor nuestros recursos.”
10. Para ellos, el conflicto de 1982 fue malo y bueno
Ningún isleño tiene buenos recuerdos de la ocupación argentina. Más allá de los muertos, de tener que escuchar radio en otro idioma, de no poder comprar en los negocios (ni siquiera comida), de estar obligados a manejar por la derecha, aseguran que muchos locales (incluyendo mujeres y niños) fueron demorados en galpones durante semanas.
Vía: La Nación
Imagen: Cheap o Air