“Va a ser un esfuerzo en homenaje a todos los caídos”. Agustín Barletti, el argentino que unió a nado Europa y África en octubre del año pasado, ya tiene planeado su nuevo objetivo: el Estrecho de San Carlos, que separa las dos islas principales de las Malvinas, la Isla Soledad al este y la Isla Gran Malvina al oeste. En la previa, este periodista de 50 años habló sobre sus inicios como nadador de aguas abiertas, su proeza en el Estrecho de Gilbraltar y sus planes para el futuro.
“A mí siempre me gustó nadar, pero nunca fui federado, nunca nadé en competiciones, nunca había ido a una pileta de competición, ni tampoco hacía deporte. Sólo iba al mar y nadaba un poquito más lejos que lo normal. Nada más”, explicó Barletti. “Siempre me gustó la sensación de ir más lejos en el mar. Recomiendo esa experiencia a la gente que en algún momento se cree importante. Vos ahí te das cuenta que no sos nada”, agregó.
Su primera experiencia en aguas abiertas fue en Mar del Plata. De vacaciones con su familia, vio cómo un grupo de jóvenes hacía un curso en la materia. “Mirá, están nadando. A vos te gusta nadar. Por qué no vas”, lo motivó su esposa. Y así fue como empezó todo en la vida de este hombre de 50 años, graduado en leyes y periodista de El Cronista Comercial.
“Imaginate que me vieron gordito, canoso, con casi 50 años. Me pusieron en la largada en el lugar 100, atrás de todo. En esa carrera terminé sexto. Llegué molido, pero lo logré. Hacía 25 años que no nadaba”. Sin entrenar, Barletti ya le había ganado su primera batalla al agua.
El Estrecho de Gilbraltar fue su primer objetivo. Después de buscar y asesorarse mucho, dio con Pablo Testa, entrenador en GEBA y director de Deportes en la Universidad de Belgrano. “Un día Pablo me confesó la charla que había tenido con su mujer a la noche luego de nuestro primer encuentro: ‘Sabés que vino un tipo a verme que pesa 100 kilos, que hace 25 años que no nada y que quiere que lo entrene para cruzar el Estrecho de Gilbraltar. Yo no le dije nada porque me parecía irrespetuoso, pero más que un entrenador necesita un psicólogo”, recordó Barletti. “Todo el mundo pensaba que estaba loco de remate”.